Lo cierto es que, empujado por la evolución imparable de la crisis, tras una serie de decisiones más que cuestionables en su fondo y en su forma, el Gobierno publicó en la medianoche del día 29 de marzo, la paralización de multitud de sectores industriales. Y esto no es una opinión. Como se demostró en los días siguientes, tras innumerables gestiones realizadas desde muchas organizaciones empresariales, entre ellas PRIMIGEA, COMINROC y CEPCO, el propio Gobierno tuvo que rectificar, en numerosas ocasiones, para corregir errores debidos a la improvisación y a la unilateralidad de las medidas. En el momento de escribir estas líneas, tres Ministerios y cinco Comunidades Autónomas (Asturias, País Vasco, Comunidad Valenciana, Navarra y Galicia) han tenido que corregir o aclarar esas medidas inadecuadas y poco claras adoptadas que dejaban a muchas industrias en una nebulosa.
Fruto de esto, podría decirse que toda la industria extractiva no dependiente 100% de la construcción está pudiendo operar, aunque estableciendo niveles mínimos, para abastecer a actividades consideradas como esenciales, incluyendo ciertas obras públicas declaradas de emergencia, y para la exportación. El resto, entre las que se encuentran muchas de las empresas de áridos, tienen la posibilidad de mantener una actividad mínima indispensable orientada a realizar trabajos de seguridad y mantenimiento.
La paralización del sector de la construcción, uno de los más amplios en cuanto a número de trabajadores, puede llegar a ser una medida que ponga en riesgo el arranque económico posterior, por las dificultades técnicas y de seguridad derivadas de parar las obras y la dificultad de volverlas a poner en marcha tras un periodo de tiempo que se presupone largo. Parar las obras supone, además, un riesgo nuevo que es el de no saber cuando se podrá reactivar la actividad. Y, en el caso de las obras, los cierres no tienen siempre reapertura. Por lo tanto, parar prolongadamente esta locomotora económica agravará una recesión que sufrirán todos los ciudadanos, sin que haya evidencias claras de acuerdo con los expertos, de que se consiga una mejora real de control de la pandemia.
Por lo tanto, al suspenderse la actividad de construcción, los niveles de actividad económica del sector de los áridos se han desplomado dramáticamente desde este lunes 30 de marzo y, al menos, hasta el 13 de abril.
Actualmente, desde las Asociaciones se está trabajando para impulsar una reanudación de la actividad en la construcción para esa fecha, algo que dependerá de la capacidad del país de controlar la crisis sanitaria.
Asimismo, se están preparando las propuestas al Gobierno y a otras Administraciones para poder hacer frente a la recesión súbita que se está experimentando y que será más acusada cuanto más tiempo se tarde en reactivar a la economía.
Mientras que, en países como Francia o Alemania, los Gobiernos se están planteando hacerse cargo de la mayor parte de los costes salariales de los trabajadores para evitar el colapso, pagando éstos a las empresas, en España se ha inventado el nuevo concepto de permiso retribuido remunerado a costa de éstas.
Lo seguro es que, ante el colapso del sector turístico en este ejercicio, deberían ser los sectores industriales y entre ellos la construcción quienes ejercieran, a corto plazo, de locomotora de la economía. Por eso, las empresas de áridos, que ahora juegan un papel secundario, tendrían que tener un rol esencial de tractor del plan de reactivación de toda la economía, para el día después, reduciendo los tiempos de recuperación económica.